EL ESPEJO, DEL OTRO LADO

LUCE IRIGARAY DIXIT


Pero, precisamente en el momento en que la historia podría comenzar, reanudarse, "llega el otoño". Sería necesario aferrar el momento en que las cosas todavía no están completamente paralizadas, muertas, para que suceda algo. Pero todo se olvida: los "instrumentos de medida", el "abrigo", el "estuche", y sobre todo las "gafas". "¿Cómo se puede vivir sin eso?". Quien regulaba hasta ahora los límites de las propiedades distinguía el afuera del adentro, contraponía lo bien visto a lo mal visto. Permitía apreciar, reconocer, el valor de todo. Y, eventualmente, adecuarse al mismo. Pero hete ahí que ahora todos se encuentran perdidos, sin sus marcas habituales. ¿Dónde está la diferencia entre un amigo y uno que no es amigo? ¿Una virgen y una puta? ¿La mujer propia y la mujer a la que se ama? ¿Aquella a la que se desea y aquella con la que se hace el amor? ¿Una mujer y otra? ¿La propietaria de la casa y aquella que la usa para su placer, con la que se coincide allí para darse placer? ¿En qué casa y con qué mujer tiene lugar -habrá tenido, tendrá- el amor? Y además, ¿cuál es el tiempo del amor? ¿El del trabajo? ¿Cómo definir sus respectivos envites? ¿"Medir" [
arpenter] tiene o no relación con el deseo? ¿El placer puede o no medirse con un metro, acotarse, triangularse? Además, "es otoño", los colores cambian. Cambian al rojo. Aunque no por mucho tiempo.