2 poemas de DAVID FRANCO MONTHIEL

LAVORO NERO, III

No es que ellos tensen la cuerda,

los nudos de hierro.

Sucede

que tú aflojas.

Y aflojas.

Y no dejas de aflojar.



Y ellos la van recogiendo.



MUJER RAZA CLASE (1)


Aquella niña vivía
en su casa cepo de chapa y porche de dinamita.
Quebró las viejas ramas y el peso muerto fruto
de una mirada prohibida o de un asiento en el bus.
Aquella niña huyó de la justicia, de las capuchas
y del fuego que tuesta hermanos
en un cerco de sonrisas y camisas sudadas.
Aquella niña supo que
la muerte
sucedía,
vigilante en los barrios
y no se entregó a la noche tóxica.
Aquella niña pantera en los comedores
y negra en las listas de la inteligencia
le gritó a la celda raíz de las heridas abiertas,
le gritó a las rutinas del exilio y a las ráfagas
que amenazan de madrugada como golpes de mazo.
Aquella niña fue
carta en la milla sola de los homicidios justificables,
epístola que disparó ternura.
Aquella niña recluida mucho antes de los veredictos
por los doce hombres de todas las Carolinas del Sur.
Aquella niña
supo sonreir a las pruebas más necias
con el dictamen corredizo en su hermoso cuello.
Aquella niña huida y refugio en casa cualquiera,
rastro en sótano útil, buhardilla de abrazos,
perseguida por el cepo, las capuchas,
las mazas, los cargos látigos y los sudarios FBI,
aquella niña hermana Ángela sonriendo,
aquella niña
será bienvenida a esta casa.


[1] Título perteneciente al volumen de ensayos de Ángela Davis “Mujer, raza y clase” editado por Akal, 2004. Acusada falsamente de haber proporcionado un arma a George Jackson, en prisión, Ángela Davis se dio a la fuga. Durante dos meses, hasta que fue arrestada por el FBI, en muchos las ventanas y puertas de muchos hogares norteamericanos podía leerse:“Ángela hermana eres bienvenida en esta casa”.